Principales obstáculos de las escritoras pioneras


PUNTO DE PARTIDA

1. Mundo dominado por el hombre.
-Espacio abierto y público (hombre) // espacio cerrado y privado (mujer)

2. Rigidez y determinación clara de los roles femeninos:
-Esposa
-Madre

3. Las fuentes indirectas: todo lo que sabemos de sus actividades diarias, sus posicionamientos o pensamientos es a través de los escritos masculinos. A pesar de esta dificultad, nos han llegado los textos de algunas mujeres.

4. La Iglesia tenía reservadas para la mujer dos imágenes modelo:
-Eva: creada con la costilla de Adán, propició la expulsión de ambos del Paraíso. (Lo real)
-María: representa, además de la virginidad, la abnegación como madre y como esposa. (Lo ideal).
Virtud: la castidad, el sexo, deber conyugal.

5. Las mujeres nobles:
-En ausencia de sus maridos, podían llegar a tener un gran poder social (encargarse de los negocios, empleados).
-No tenían acceso a la política ni al dinero (su dote pertenecía al padre, al esposo o al hijo)
-Encargadas de la transmisión cultural: la mayoría cultivaron los saberes, dominando la escritura y la lectura, aprendieron otras lenguas, se instruyeron en ciencias, y en música. Se las instruía especialmente en religión y modales.

6. La vida de las mujeres campesinas era muy dura y la de las religiosas también forzada.

7. Pero las monjas eran las más afortunadas en la educación: podían llegar incluso a conocer el latín y el griego y, por tanto, a leer y escribir. A pesar de que no era lo común, sabemos de mujeres que, retando a su tiempo, escribieron desde los conventos. 

Lara Janés, Guardar la casa y cerrar la boca:
– También sorprende el margen de libertad –entre comillas, claro– que podían percibir las cortesanas en Oriente Próximo o las monjas en los conventos, frente a las mujeres normales, las madres de familia…
Incluso en los harenes, señalas en el libro, llegaban a sentirse más libres porque allí, en compañía de otras mujeres, pensaban y se expresaban libremente, teniendo el tema del sexo como uno de los habituales. […]
La mujer del convento sabía a qué atenerse y, además, podía ilustrarse, leer, escribir, mientras que las mujeres de la casa ya tenían bastante con ocuparse de los diez o doce hijos que podían llegar a tener. Es interesante la vida que se  desarrollaba en los conventos, pero resulta asombroso el capítulo de las cortesanas, sobre todo en Corea".

8. Las mujeres guerreras.

Lara Janés en op. Cit.:
"Es cierto que de todo esto se sabe muy poco y son cosas que deberían incluirse en los manuales y enseñarse en los colegios porque cambian por completo la percepción que tenemos de las mujeres. Yo misma me encontré investigando esta parte de la historia tan poco conocida también por azar. Estaba buscando información sobre una trovadora, en cuya poesía se percibe su conocimiento de un tema egipcio, y de repente me encontré con las órdenes de caballería femeninas y me quedé alucinada. Hay un cronista, Ramón Muntaner, que dice: "yo estuve luchando en las cruzadas, mal acompañado de hombres, pero bien acompañado de mujeres". Se refiere al enfrentamiento de Galípoli, en la península turca de Dardanelos, y señala que esas luchadoras se caracterizaban por su furia. Tenemos el dato de que 2.000 mujeres participaron en las cruzadas combatiendo. Es un dato muy sorprendente. En España, por ejemplo, teníamos noticia de mujeres guerreras, como la reina Urraca I de León, quien reclutaba a sus hombres, preparaba el ejército, planeaba las batallas y participaba en ellas enfundada en coraza y yelmo, o también Isabel la Católica, que se subió al caballo a guerrear para defender sus derechos a la corona, pero el hecho de que tantísimas mujeres empuñaran la espada se ha difundido muy poco. Se ha tenido mucho cuidado en no dar ideas a las mujeres…"

9. La Edad Media tuvo pasos hacia delante que luego fueron para atrás.

PUNTO DE LLEGADA

La literatura para la mujer suponía la puerta de expresión y de reconocimiento negado en otras actividades: el primer campo cultural, posiblemente, en el que entró.

Causas que motivaron esta entrada:
-Escribir no precisa:
a) un título académico, ni unos conocimientos especializados.
b) un horario.
c) un lugar concreto, diferente al asignado a la mujer.
d) un material complicado (una pluma y unas hojas de papel).

PRIMER OBSTÁCULO: EL DIFÍCIL ACCESO A LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA LETRADA

Un hecho incuestionable y clarificador
-La literatura popular fue creada y transmitida en buena parte por mujeres.
-Esta literatura era oral.

Presencia de mujeres vinculadas a la literatura oral// ausencia de mujeres vinculadas a la literatura escrita.

-Esto demuestra:
-El genio creativo existía entre las mujeres.
-No pudieron pasar a la vía escrita por estar apartadas de la cultura letrada: sus hermanos iban a las universidades pero ellas no podían.

Primer paso: La lectura, pero solo al alcance de las privilegiadas

Las autoras que conocemos desde la Antigüedad clásica hasta la Edad Media tienen en común, que, por su privilegiada situación familiar, tuvieron acceso a una destacada escolaridad, para nada común en su época y el dominio del Latín o el Griego, las puso en contacto con obras de la literatura clásica.

El alto costo de los libros limitaba la posibilidad de lectura, pero no para aquellas que tenían acceso a estas colecciones privadas.

La lectura es la única forma razonable de aprender a escribir.

En la España católica, la de la inquisición, un gran paso lo dio Juan Luis Vives. En su obra Formación de la mujer (1528) defiende la idea de que "la mujer debe aprender a leer para conocer y aprender mejor los textos sagrados y los clásicos, pero, eso sí, nunca sin descuidar sus obligaciones domésticas ni olvidar que nunca puede hablar en público".
Fray Luis de León en La perfecta casada (1583) también defiende la idea de que la mujer debe aprender a leer, pero permaneciendo en silencio.

Segundo paso: La escritura, un rol activo que no le era propio a la mujer

-No era un rol asignado a la mujer.
-Su rol en la escritura era pasivo: el de objeto de elogio y contemplación (Renacimiento).

SEGUNDO OBSTÁCULO: LA FICCIÓN, UN PELIGRO PARA EL CONTROL DE LA MUJER

Fray Luis de León, en la misma obra antes citada, La perfecta casada, opina bien diferente respecto a la escritura:
"no debe aprender a escribir pues jamás una mujer puede saber más que un hombre".

A propósito de Fray Luis, Lara Janés en op. Cit:
La frase [Guardar la casa y cerrar la boca], efectivamente, nos retrata a Fray Luis como un machista absoluto, pero a su favor hay que decir que entregó su obra más conflictiva, la traducción del Cantar de los cantares, a una mujer, Sor Ana de Jesús, una discípula de Santa Teresa. Se trata de otro personaje que habría que trabajar mucho más a fondo. Perseguida por la Inquisición, Sor Ana fue también la destinataria del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz. Ella fue la encargada de sacar de España los textos de ambos; se los llevó primero a Francia y luego a Bélgica, donde fueron publicados. Es muy interesante comprobar como estos dos hombres confiaron plenamente en una mujer. La frase de Fray Luis, en mi opinión, responde a lo establecido en aquel momento. Expresó lo que se decía entonces, el sentir y las imposiciones de la sociedad. Pero, véte a saber, lo que él creía en el fondo. Aquella era una época en la que la Inquisición actuaba muy fieramente. A la misma Santa Teresa la hicieron quemar sus escritos"

La Iglesia condenaba determinados géneros y temas literarios y, como mucho, consideraba que la mujer que se atreviera a escribir debía hacerlo bajo el amparo de:

-su condición de religiosa
-una familia noble e influyente

Y, desde luego, sobre temas cuanto menos mundanos, mejor.

Pero, ni siquiera en este ámbito, en el de las congregaciones religiosas, en el único posible que el Renacimiento nos dejó algunos nombres de mujer como Santa Teresa de Jesús o Sor Juana Inés de la Cruz, ni siquiera en él, dejaron a la mujer tener una voz propia.

En España no valió ni que una religiosa como Teresa de Jesús se aficionara y ejerciera la literatura, pues fue perseguida y condenada por la inquisición acusada de "practicar una doctrina nueva y supersticiosa, llena de embustes y semejante a la de los alumbrados de Extremadura". Los inquisidores investigaron su Libro de la Vida con la seguridad de que contenía engaños muy graves para la fe cristiana.

Sería éste el caso de mujeres como Hrotsvitha, la escritora más sobresaliente de la Alta Edad Media; de Hildegarda de Bingen, la abadesa del siglo XII; de Catalina de Siena o de místicas como Teresa de Jesús o Sor Juana Inés de la Cruz.

Aquellas mujeres que no habían abrazado la vida monástica, debían escribir igualmente sobre:
-temas religiosos
-cuestiones que competían a su rol: esposas y, sobre todo, madres.

Así, son frecuentes las obras de mujeres dirigidas a sus hijos, en las que abundan los consejos de todo tipo, desde cómo gobernar un territorio a cómo gobernar una casa noble, pasando por consejos de tipo médico.
No podríamos hablar de literatura de ficción, sino de obras pertenecientes al género didáctico. Dhuoda, noble del siglo IX, sería una de sus representantes, aunque posiblemente el caso más notable sea el de Cristina de Pizán.

En el siglo XVII, Madame de Sevigné también escribió una serie de cartas a su hija, entre 1671 y 1696, en las que se pueden leer descripciones de la frívola corte de Luis XIV, comentarios acerca de sus preocupaciones afectivas o religiosas, su amargura por la separación de su hija o la angustia por la fugacidad del tiempo.

Aunque el XVIII es el siglo de la Ilustración, de la defensa de la libertad y de la igualdad, la mujer no consigue todavía situarse en el mismo plano que los hombres escritores.

Si bien se alzan voces a favor del derecho a la educación de las niñas y jóvenes, esta continúa circunscrita a ámbitos sociales privilegiados.

Sin embargo, la mujer ya no será simplemente la protagonista de la literatura moralista y misógina o bien el objeto de deseo de la literatura amorosa escrita por hombres, sino que se le reconoce el derecho a leer, a codearse con los filósofos de la época en los salones literarios, a tener opinión, a conocer.
En este panorama ya encontramos a mujeres como Madame de Staël, alma de los principales salones literarios de París, relacionada con pensadores y políticos de la época y buena conocedora de sus obras, quien en su novela Delphine (1802) preconiza ya la libertad de elección sentimental por encima de los convencionalismos sociales, pero todavía queda un largo camino por recorrer.

La primera lucha no es por la ficción, sino por las ideas. Queda un largo camino hasta llegar a la ficción más pura. De hecho, cuando una mujer apostaba más de lleno por la ficción, no se entendía que pudiera ser de ella.
Veamos el caso de la madrileña María de Zayas (1590–1661):

No hay detalles muy concretos sobre su vida. Hay muchos registros que mencionan "María de Zayas", pero es imposible determinar cuál corresponde a la escritora que Lope de Vega llamó "genio raro y único".

De estos escritores contemporáneos, como Lope, se sabe que las obras de Zayas eran reconocidos ya por el año 1621, pero tras publicar Engaños amorosos todas las referencias a Zayas desaparecieron.

Durante los años 1650-1659, Scarron y Boisrobert traducían sus obras al francés, pero sin incluir el nombre "María de Zayas". Aunque las traducciones fueron populares por toda Europa, se les dio crédito a Cervantes.

La inquisición en el siglo XVIII prohibió reeditar sus obras.

Durante el siglo XIX, sus obras se criticaban por obscenas, lascivias, sádicas, o corruptas.
Hoy se considera una mujer precursora del feminismo, erudita, en una época en que las mujeres no recibían educación formal.

Sus protagonistas son mujeres de carácter fuerte, decididas, que ceden ante el impulso amoroso no tanto por una mera atracción sexual como para ejercer un acto de libertad individual.

El estilo realista y picaresco, abundante en reivindicaciones feministas y pinceladas eróticas, ha hecho de la obra de María de Zayas y Sotomayor un auténtico punto y aparte en el panorama literario del Siglo de Oro.

En sus trabajos subyace un propósito común: denunciar las limitaciones que para la mujer representaban la moral y los usos sociales del siglo XVII.

TERCER OBSTÁCULO: COMPARTIR ESPACIO CON SUS ROLES, ENTRE LA VERGÜENZA Y EL MIEDO

En la anglicana Inglaterra:
- Jane Austen escondía sus textos cada vez que alguien entraba en su habitación por vergüenza de que la
vieran escribiendo.

- Fanny Burney quemaba sus textos como "castigo" y se "depuraba cosiendo".
-Incluso, más tarde, Charlotte Brönte escondía sus textos entre las papas que pelaba en la cocina.

CUARTO OBSTÁCULO: LA SUPUESTA INCAPACIDAD PARA LA ESCRITURA

Ya en la Edad Media, monjas como Hildegarda de Bingen o Gertrudis de Helfta debieron enfrentarse a un cuestionamiento, ya que se consideraban sin rigor, con menor inteligencia y capacidades, por el simple hecho de ser mujeres.

En algunas obras de fisiología se argumentaba que la diferencia entre sexos era una cuestión biológica: a las mujeres les atribuían unos humores fríos y húmedos, mientras que a los hombres se les consideraba calientes y secos, la perfección y medida de todas las cosas.

La naturaleza de las mujeres les hacía no sólo ser más débiles en los aspectos morales, sino también en los físicos, porque podía ser causante de todas sus enfermedades, entre ellas la menstruación -que no era sino todo aquello demoníaco que la mujer expulsaba por la vagina-.

Estos tratados fisiológicos, junto con otros escritos sobre moral y costumbres, así como una regulación jurídica muy negativa para la mujer, crearon una imagen inferior de la mujer respecto al hombre.

Ni el siglo XVIII ni el XIX, a pesar de sus grandes avances, en unos y otros sentidos consiguieron cambiar la situación de la mujer escritora. Hubo que esperar a los comienzos del siglo XX para que las mujeres se enfrentaran, no solo a la ausencia y a la excepcionalidad, sino a la defensa de la capacidad creativa.

Así, Virginia Woolf, que ya había sido invitada a dar en Cambridge dos conferencias sobre el tema "La mujer y la novela", en su libro Una habitación propia (1929) nos cuenta cómo acudió al Museo Británico y encontró miles de libros sobre la mujer, pero todos escritos por hombres.

En primer lugar, se encontró la ausencia de la mujer en un panorama, en el que pudiera parecer que no estuvo, salvo en excepcionales ocasiones, como las de aquellas "mujeres con cerebro de hombre" a las que aludía Simone de Beauvoir

Después, se topó con las argumentaciones de su incapacidad:

Samuel Bennet, en su obra Our Women: Chapters on Sex-Discord, escribió:
"(…) Con la posible excepción de Emily Brontë, ninguna novelista de sexo femenino ha producido una novela que iguale las grandes novelas escritas por hombres (…) Si bien es verdad que un pequeño porcentaje de mujeres son inteligentes como los hombres, en conjunto, la inteligencia es una especialidad masculina. No hay duda de que algunas mujeres son geniales, pero la suya es una genialidad inferior a la de Shakespeare, Newton, Miguel Ángel, Beethoven, Tolstoi. Además, la capacidad intelectual mediana de las mujeres parece muy inferior."

QUINTO OBSTÁCULO: LA FALTA DE INDEPENDENCIA ECONÓMICA

Virginia Woolf tenía muy claro qué era lo que necesitan las mujeres para poder salir de esta incapacidad y competir con los hombres: "unas guineas y una habitación propia", es decir, algo de dinero (que proporciona independencia y acceso a la cultura) y una habitación cerrada a cal y canto, un espacio propio, no sólo entendido como un lugar físico individualizado y separado, sino también como un espacio vital, en el que la mujer pudiera ser dueña de su tiempo.

Sus reflexiones apuntaban ya a una demanda de emancipación respecto de la tutela del padre o del esposo que todavía a principios del siglo XX sufría cualquier mujer, instalada en una minoría de edad mental permanente.

Por ello, las mujeres que se han podido asomar a la literatura han estado siempre vinculadas, fuera cual fuera su estado (religiosas, solteras, casadas) a estamentos sociales privilegiados, lo cual les garantizaba cierto acceso a la cultura y un apoyo económico, y esto es así desde las primeras referencias que tenemos: desde Safo, las refinadas poetisas que vivían en los harenes de Al-Andalus, como la conocida Wallada y las trovadoras occitanas del siglo XII.

CONCLUSIÓN

Por esta razón, por todos los obstáculos superados, la tenacidad, el esfuerzo, hasta el atrevimiento que demostraron estas pioneras de la literatura merece que su obra sea conocida, reivindicada y valorada.